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Archive for 15 de marzo de 2006

El domingo pasado, Cesar Fredes, en su columna del diario La Nación Domingo, alaba la lúcida columna del periodista Patricio Tapia, que este, tiene en la Revista Wikén ¿Por qué? Por que a Tapia, no se lo ocurre nada mejor que hablar de lo mal que le hace la “onda” y el “esnobismo” a la cultura del Vino en Chile.


Déjeme decirle señora señor, que el social de la Revista Wiken, tiene toda lar razón.

Mucho Más Que Moda

Por Patricio Tapia.

Leyendo la revista La Cav, una suerte de Wine Spectator a la chilena, se me viene a la cabeza uno de los grandes fantasmas del desarrollo de la cultura del vino en Chile: la onda, eso de que beber vino se ve bien, de que saber qué es, por ejemplo, cabernet sauvignon, te da un plus social. Y peor aún, que el vino – por alguna extraña razón- tiene que ver con jugar polo o con alguna premiación de quién sabe qué campeonato de golf o qué eventillo parefernálico en no sé cuál viña de Colchagua.

Aunque haya querido esconderlo en esta columna, aunque le haya hecho el quite por no sé cuántos años, la verdad, la pura y santa verdad, es que para mucha más gente de la que yo quisiera reconocer (periodistas y productores, básicamente) el vino en Chile es nada más ni nada menos que un símbolo de status, algo que da prestigio, un detalle más que va junto al auto en la puerta de la casa, junto al reloj en la muñeca, equivalente al perfume tras el lóbulo de la oreja.
En el fondo me aproblema este esnobismo, para qué les voy a andar con cuentos, sobre todo porque he conocido mucha gente que siente que, haciendo vinos, interpreta a la naturaleza, que se pone en contacto con ella y que una botella hasta puede ser un catalizador de sus propias frustraciones y alegrías, una botella que – a fin de cuentas- se disfruta entre amigos, no que se descorcha sonriendo a la cámara o que se produce para impresionar a los que eventualmente pueden compartir nuestra mesa. Para esa gente, el vino está en la sangre, no en las páginas sociales.
El ambiente ondero del vino no le hace bien, lo convierte en moda y la moda va y viene, pero irremediablemente tiene ese tufillo a inmediatez, a cosa pasajera. Eso pasa en Chile, pero también pasa en Argentina, en Estados Unidos, en Uruguay. En el Nuevo Mundo, a fin de cuentas, donde el vino es un recién llegado, no algo con lo que se cuenta, no esa botella que es ni nada más ni nada menos que otro alimento más sobre la mesa.
No puedo pedir, claro, que el vino sea una pasión para cada uno de nosotros. Sería una tontera hacerlo. Lo que sí puedo pedir es que se le trate con el respeto que merece, el primer paso para construir una sólida cultura en torno al vino, la fórmula para que beber una botella de cabernet sea equivalente a leer una buena novela o escuchar un disco que te conmueva o que, al menos, te entretenga. Eso puede ser el vino.

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